El Carmen de Bolívar, una población tranquila de los Montes de María, amaneció sacudida por un crimen que ha conmocionado a toda la región y que revivió el temor por la violencia contra las mujeres. Érika Ruiz Ortiz, una reconocida vendedora de mangos y madre de dos hijos, fue asesinada por su compañero sentimental y su cuerpo fue hallado enterrado en la habitación principal de su vivienda, ubicada en el barrio Mateo Gómez.
La mujer había sido reportada como desaparecida por sus familiares el pasado 22 de abril, luego de que saliera en horas de la mañana rumbo al gimnasio y no regresara a casa. Alarmados por la falta de comunicación, sus allegados iniciaron una intensa búsqueda y difundieron su fotografía por todo el municipio. Paradójicamente, quien lideró las primeras jornadas de búsqueda fue el mismo feminicida: Julio Rafael Berrocal Ochoa, de 30 años y padre de los hijos de Érika.
El caso tomó un giro macabro el lunes 28 de abril en la mañana, cuando Berrocal Ochoa se presentó voluntariamente en la estación de Policía local y confesó que había asesinado a su esposa cuatro días antes y había enterrado su cadáver en el cuarto que ambos compartían. Según su relato, cubrió el cuerpo con un montículo de arena para ocultar el crimen.
Tras la confesión, unidades de la Policía Nacional y el grupo de investigación criminal Sijín se desplazaron hasta la vivienda. Allí, en medio de la habitación principal, encontraron la improvisada fosa con los restos de la mujer. De inmediato se procedió con el levantamiento del cuerpo y las diligencias judiciales.
La desaparición de Érika ya había causado preocupación general en la comunidad. Vecinos y conocidos de la mujer, ampliamente apreciada por su dedicación al trabajo y su responsabilidad como madre, se habían unido a la búsqueda sin sospechar que el autor del crimen estaba entre ellos.
La Fiscalía General de la Nación imputó a Berrocal Ochoa el delito de feminicidio agravado y solicitó medida de aseguramiento intramural, argumentando el grave peligro que representa para la sociedad, especialmente por los antecedentes de celos enfermizos que tenía hacia su pareja. El ente acusador reveló que la víctima y su agresor no solo compartían el hogar, sino también el trabajo en la venta de mangos y jugos en el centro del municipio.
El crimen ha generado una ola de indignación entre los habitantes de El Carmen de Bolívar. Organizaciones sociales, colectivos feministas y autoridades locales condenaron el hecho y exigieron justicia. La Alcaldía y la Oficina de Gestión Social convocaron a una velatón en memoria de Érika, realizada en la Plaza Principal, donde la comunidad se congregó para rechazar la violencia contra las mujeres y expresar solidaridad con la familia de la víctima.
“Unamos nuestras voces contra todas las formas de violencia contra las mujeres. No más un acto tan atroz jamás visto en este municipio. Hoy estamos todos consternados y con un dolor inmenso por la muerte de Erika Ruiz, una mujer madre y trabajadora”, expresó una líder comunitaria durante la ceremonia.
Otras personas cercanas a la familia señalaron que la tragedia dejó en la orfandad a dos niños pequeños, quienes ahora enfrentan no solo la pérdida de su madre, sino también la captura de su padre, responsable del atroz crimen.
Mientras avanzan las audiencias ante la Fiscalía, la comunidad de El Carmen de Bolívar clama porque este caso no quede en la impunidad y porque se refuercen las medidas de protección a las mujeres en situación de riesgo. El dolor colectivo se mezcla con la exigencia de que hechos como este no se repitan y que las víctimas de violencia reciban el respaldo y la atención oportuna por parte de las autoridades.
El feminicidio de Érika Ruiz Ortiz se suma a la alarmante cifra de mujeres asesinadas en Colombia, un flagelo que continúa arrebatando vidas y que mantiene en alerta a los defensores de derechos humanos en todo el país.
