Un hipopótamo cruza lentamente la carretera que conecta Medellín con Bogotá, cerca de la Hacienda Nápoles, la antigua residencia de Pablo Escobar, ahora un parque temático. En los años ochenta, el narcotraficante introdujo los primeros ejemplares de esta especie africana en Colombia. La escena, captada en un video que se ha viralizado en redes sociales, ya no sorprende. Otros usuarios han mostrado cómo estos animales, que pueden pesar hasta tres toneladas, deambulan por fincas en Antioquia y nadan tranquilamente en el río Magdalena. Esto evidencia un prolongado descuido frente a una de las mayores amenazas a la biodiversidad del país.
El Ministerio de Ambiente, liderado por Susana Muhamad, presentó en junio un “plan de manejo” para los hipopótamos, considerados especie invasora desde 2022.
El plan tiene como meta principal “reducir la población” de estos animales, estimada en más de 160 individuos, concentrados principalmente en Antioquia, pero que ya se extienden a departamentos vecinos como Santander y Bolívar. Para controlar su reproducción, el Ministerio ha propuesto cuatro acciones: reubicación, esterilización quirúrgica, confinamiento y, como último recurso, la eutanasia o caza de control. Sin embargo, la implementación de estas medidas avanza lentamente, lo que preocupa a los expertos que exigen mayor celeridad.
El Ministerio de Muhamad, que además dirigirá la 16ª cumbre de biodiversidad (COP16) en Cali este mes, trabaja bajo la presión de un mandato del Tribunal Administrativo de Cundinamarca. Este tribunal ordenó tomar acciones concretas para “erradicar la especie” y prevenir un desastre ambiental futuro. La justicia considera que estas medidas son fundamentales para evitar alteraciones ecológicas en la zona y proteger la supervivencia de especies locales.
El contexto de estas medidas incluye el caso de Pepe, un hipopótamo que fue abatido en 2009 por dos cazadores alemanes con autorización del Gobierno y apoyo del ejército. La imagen del animal muerto generó gran controversia en el país, con duras críticas de defensores de los derechos de los animales y abrió un debate sobre si la caza era la mejor forma de controlar su expansión. Después de 15 años, la discusión sigue vigente. “Existe un animalismo radical que ignora que se trata de una especie invasora”, comenta López.