Casi cuatro décadas después de haber levantado uno de los hoteles más lujosos y excéntricos del país, Carlos Lehder regresó a la Posada Alemana. El excapo del narcotráfico colombiano, quien fue capturado en 1987 en una finca en Guarne, Antioquia, tras pasar sus últimos años huyendo en los llanos orientales, volvió al lugar que alguna vez reflejó el esplendor de su poder criminal. En aquella época, su fortuna se calculaba entre 8.000 y 9.000 millones de dólares, lo que lo convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo.
Hoy, tras purgar 33 años de condena en Estados Unidos y declararse públicamente arrepentido, camina de nuevo entre las ruinas del sitio que simbolizó su reinado de lujos, excesos y silencios del narcotráfico en el corazón del Eje Cafetero.
Desde principios de abril, Lehder ha sido visto caminando por el centro de Armenia, visitando cafeterías del parque Sucre y desplazándose por las calles del Quindío como cualquier otro ciudadano en libertad. Pero su visita a las ruinas de la Posada Alemana ha generado un profundo eco simbólico: el regreso del hombre a las cenizas de su propio imperio.
Construido a finales de 1981 en la vía que conecta el Quindío con el Risaralda, jurisdicción de Salento, este complejo campestre llegó a tener 24 cabañas de estilo suizo, una discoteca, bar, centro de convenciones, una cafetería que ofrecía desayunos por las mañanas y comidas rápidas por las tardes. Incluso, en el terreno llegaron a vivir leones traídos desde África y cóndores andinos. Todo bajo la dirección de Lehder, quien también mandó a instalar una estatua a escala real de John Lennon, su ídolo musical.
Allí se celebraron fiestas lujosas, carreras de motos y reuniones privadas que reunían a la élite del poder criminal. Pero el esplendor se desplomó con la captura de Lehder en 1987. Desde entonces, la Posada Alemana fue abandonada, saqueada y cubierta por la maleza. Solo quedaban las ruinas, como símbolo mudo del narcotráfico y sus consecuencias.
En 2020, la Gobernación del Quindío y la Sociedad de Activos Especiales (SAE) anunciaron la entrega del predio al departamento bajo la figura de depósito provisional. Con bombos y platillos se presentó el proyecto Ecoparque Jardín del Quindío, que contemplaba un refugio canino, esculturas vegetales, un vivero y hasta un teleférico hacia Salento. Incluso se habló de posibles alianzas público-privadas para levantar el proyecto. Pero con el paso del tiempo, las promesas se esfumaron, y hoy el predio sigue sin un destino definido.
Lo cierto es que Lehder volvió. Y lo hizo frente a lo que un día fue su castillo. Hoy, entre ruinas, se encuentra con los escombros de su propio pasado, con el reflejo del lujo convertido en polvo, y con una historia que, aunque él afirma haber dejado atrás, sigue viva en la memoria del Quindío.