Nos están robando los sueños, nos quieren arrebatar la esperanza. El atraco en plena madrugada al periodista Nelson Murillo compañero de mesa de trabajo de RCN La Radio en el Quindío es el detonante de un problema social que se viene presentando en el Quindío y que no ha recibido la intervención necesaria por parte de las autoridades. Pero no solo es éste caso, es el de cada ciudadano que a diario es abordado por los delincuentes sin control alguno; es algo recurrente y en todos los sectores de la ciudad. De manera lamentable y ante la indiferencia y el silencio de la gente buena, nos están acorralando, nos están encerrando y no podemos disfrutar de este terruño donde aprendimos a amar la paz y la tranquilidad.
Cuando esperamos el accionar de nuestras autoridades, salen con unas “brillantes” medidas de prohibir en cuadrantes el transporte de parrillero hombre en motos, como si en el sur y en la periferia los delincuentes no atacaran a la gente de bien, o lo peor, dejando un mensaje perverso: los del sur se suben a robarles a los del norte. Que incoherencia, que falta de respeto con todos los ciudadanos.
La gente buena no sale a las calles y ya se siente intimidada por los ladrones que no descansan en su accionar, en su desespero que es la consecuencia de una sociedad sin oportunidades, esas mismas que se pierden por cuenta del accionar de quienes tienen el poder para poder, para poder crecer en sus finanzas, para poder ascender socialmente y para alimentar su insaciable ambición.
Se perdió definitivamente el concepto del poder para poder. Para poder servir, para poder ayudar, para incluir, para generar oportunidades, para crecer desde el punto de vista humano, para volver a creer. Hace rato que tocamos fondo y nuestra indiferencia es la mejor respuesta para quienes se hacen elegir para perder el norte de sus valores.
Todo comenzó cuando una clase dirigente emergente llegó al poder. En ese instante justo en el que se tergiversaron los valores, se sepultó la ética y se empezó a hacer del ejercicio público un negocio particular. El interés por el dinero, por sostenerse en unos cargos desvió totalmente la orientación de las políticas sociales dedicadas a atender lo que realmente es fundamental y esencial. La brecha es grande, ricos tienen más y los pobres tienen cada vez menos.
En el Quindío tampoco se ha impulsado la educación como pilar básico de la sociedad. No se fomenta la formación en los sectores menos vulnerables porque finalmente la intención de los politiqueros es esa: hacer que el pueblo no tenga acceso al conocimiento, porque si lo hace tiene más herramientas para rebelarse. Bajo este perverso esquema, donde el modelo asistencialista es el que prima, la lechona, la teja y el bulto de cemento son los elementos más fuertes a la hora de estructurar una campaña.
Estamos estancados socialmente hace mucho tiempo y la responsabilidad directa la tienen quienes han estado liderando los destinos de la región planteando una propuesta excluyente, donde lo que menos vale es la gente. El problema de inseguridad no es de la policía. Al contrario, tenemos que rodear a la institución que para esta temporada de fiestas de Armenia está literalmente que se “revienta” por cuenta de la doble programación de festividades, una de la alcaldía y otra de la gobernación. Pero no podemos pedir mucho cuando esta división institucional, este rencor, esta vanidad extrema y este deseo atropellar al otro sin importar el bienestar general, es parte de ese modelo politiquero que nos está afectando.
La gobernadora debería asumir una postura más consecuente. No salir a competir en las comunas a la que haga la fiesta más espectacular, sin evaluar la capacidad de respuesta de las autoridades de seguridad. Pero esto es pedirle peras al olmo, porque lo que quiere es aparecer dentro de ese modelo asistencialista, porque para ellos al pueblo “pan y circo”.