El pasado 30 de octubre un gran sismo sacudió a Turquía. El temblor fue de 6,8 en escala de Richter. Fue tan fuerte que se sintió hasta en Estambul y Atenas. Además, provocó un minitsunami que inundó las calles de Seferihisar, ciudad turca situada cerca del epicentro, y barrió las costas de Samos. Pero es sobre todo en Bayrakli, distrito de 300.000 habitantes, donde el sismo ha causado más daño.
Este domingo se confirmó que 69 personas han sido halladas sin vida bajo los escombros. Los equipos de rescate también seguían buscando posibles supervivientes entre las ruinas de varios edificios derrumbados.
Prueba de que sus esfuerzos no son vanos, durante la noche un hombre de 70 años fue hallado vivo tras haber pasado 33 horas sepultado bajo las placas de cemento, y fue hospitalizado, según el ministro de Salud. Pero dos días después del sismo de magnitud 7, según el Instituto Geofísico de Estados Unidos (USGS), se hallaban sobre todo cuerpos sin vida.
El sismo, que causó la muerte de dos adolescentes en Grecia, también provocó 940 heridos, según los responsables de los servicios de emergencias turcos.
Unos 17 edificios se derrumbaron en esta ciudad y las búsquedas proseguían en ocho de ellos. “Sería un milagro si se encontrara a alguien con vida”, declaró una mujer, sin noticias de amigos de su familia.
“Los terremotos suelen ser habituales aquí, pero este fue de una intensidad que nunca antes había experimentado”, aseguró Ismail Energin, de 73 años, quien vio cómo su casa quedó afectada.
Ante esta nueva catástrofe, Turquía y Grecia han puesto de lado sus tensiones diplomáticas y se declararon dispuestos a ayudarse mutuamente.
Fuente y foto: EL TIEMPO