En los pasillos del Centro de Comercio y Turismo del SENA Quindío, entre ollas, ingredientes y técnicas de servicio, Anderson Camilo Mendieta demuestra que las barreras existen solo para ser superadas. A sus 32 años, este aprendiz del Técnico en Servicios de Restaurante y Bar ha convertido su discapacidad visual en un motor para alcanzar sus sueños.
“Tengo el 10% de visión en ambos ojos, pero aquí estoy, con ganas de salir adelante, de tener oportunidades en el mundo laboral”, expresa con firmeza. En el SENA encontró lo que por años le fue negado: inclusión, herramientas de aprendizaje adaptadas y la confianza de que su talento es tan valioso como el de cualquiera.
Desde el bachillerato, Anderson enfrentó la falta de apoyos y espacios accesibles para personas con discapacidad. Sin embargo, su llegada al SENA marcó un antes y un después. Aquí no solo aprendió sobre técnicas de servicio y manipulación de alimentos, sino que también descubrió una comunidad que impulsa su crecimiento.
Pero su aprendizaje no se queda en las aulas. Con determinación, Anderson decidió llevar sus conocimientos al mundo real, creando su propio emprendimiento gastronómico en Calarcá. Entre pasteles, marranitas y aborrajados, ha aplicado lo aprendido sobre administración y atención al cliente, demostrando que la formación sí transforma vidas.
“Lo que aprendí en el SENA lo puse en práctica en mi negocio”, cuenta con orgullo. Ahora, su meta es seguir capacitándose y convertirse en un referente para otras personas con discapacidad. “Ninguna condición debe ser un impedimento para lograr nuestros sueños”, insiste.
Anderson es la prueba de que la inclusión no es solo una palabra, sino una realidad que se construye con oportunidades, esfuerzo y convicción. En el SENA encontró un lugar donde su potencial no tiene límites y donde su historia inspira a otros a creer que todo es posible.