En este escenario político en el cual uno se ve involucrado por su actividad profesional, y en el caso particular por el llamado que se me hizo por parte del partido liberal para analizar una nueva opción, he tenido la oportunidad de observar los toros desde la arena, y no desde la barrera como suele suceder en mi labor.
He recibido mensajes de toda índole, pero no me voy a concentrar en los de apoyo, porque muchos son irreales y por supuesto que hay mensajes sinceros que reconfortan el alma, pero en estos asuntos de política hay mucho personaje que no goza de sinceridad absoluta. Quiero reflexionar alrededor de quienes me dicen que para hacer política se necesitan 300 millones de pesos como mínimo, porque hay que hacer las cuentas de todos los concejales, ediles, líderes de las JAL y otra serie de personajes con los cuales hay que sentarse en la mesa a negociar. ¡Qué horror!
Claramente esto evidencia cómo se está haciendo política en Colombia y de manera especial en el Quindío donde el poder del dinero está permeando todas las instituciones, torciendo conciencias y condicionando opiniones. Personalmente en mi calidad de periodista me ha tocado vivir la hoguera de la campaña y haber sido sujeto de varias propuestas jugosas pero deshonestas para direccionar mi opinión hacia un actor determinado. Hoy con la frente en alto y con todo orgullo puedo decir que la decencia, la honestidad y la transparencia de mis actos en mi ejercicio profesional marcan una conducta que es el mejor tesoro.
Lamento mucho que los tentáculos de ese poder nefasto hayan logrado generar entre muchas personas un cambio rotundo de comportamiento y en sus líneas de opinión claramente evidencian su apoyo a esos actores que han procedido de manera incorrecta. Seguiremos actuando de acuerdo a nuestros principios y convicciones, en el periodismo o en cualquier escenario en el que la vida nos ponga para luchar por los intereses colectivos de la región.
No podemos dejarnos apabullar por la fuerza de estos monstruos que asustan a la gente buena; el Quindío no puede ser la excepción y como en otras regiones podremos demostrar que si se puede hacer política de una manera decente. Hay que salir a convencer mentes con ideas y no comprar estómagos con mercados como es lo habitual. No podemos permitir que esto siga haciendo carrera en la región, donde las entidades públicas tienen candidatos propios y no se sonrojan a la hora de decirles a sus empleados que deben llenar unos formatos con 20 nombres de personas que tienen que votar por el que se les indica. Son definitivamente todas unas pirámides.
La gente está cansada, diría yo “mamada” con todo lo que está sucediendo, pero es responsabilidad de nosotros quienes defendemos la ética y el buen juicio actuar para evitar que siga creciendo este cáncer de la corrupción. Tenemos que arrebatarles de sus afiladas uñas el poder de decidir para enriquecerse ellos y seguir empobreciendo a la sociedad. La política en su esencia misma es honestidad, decencia, valores y trabajo por los demás; eso es lo que se debe rescatar, mientras quien lidere ese proceso esté en capacidad de hacerlo sin temor y sin dejarse intimidar, alguien fuerte que no se deje derretir tan fácil cuando de un sobre de manila sacan esos “fajos” de billetes.
Han logrado torcer a muchos, pero se les olvida que somos muchos los que no nos dejamos comprar porque tenemos plenamente claro que la conciencia ni se compra ni se vende.
