En días anteriores, salimos a las calles de Armenia a hacer un experimento social relacionado con el maltrato a la mujer y la percepción que los ciudadanos tienen hacia ese flagelo que golpea a nuestra sociedad. Las cifras no mienten, en 2022, a nivel mundial 81.000 mujeres y niñas fueron asesinadas y más de la mitad murieron a manos de sus parejas u otros familiares, según datos de la ONU.
En medio de ese triste marco, con maquillaje en extremo realista, le dimos a una dama, de profesión sicóloga e integrante de nuestro equipo de trabajo, la apariencia de haber sido violentada. Con morados en su rostro y en uno de sus brazos, caminó por el centro de la ciudad, preguntando en dónde estaba localizada la comisaría de Familia.
La escena suscitó un sinnúmero de reacciones, de todos los estilos: algunas frías como bloques de hielo; otras tibias y las restantes calientes, agresivas, llamando a la acción, con ojos encharcados, desbordando solidaridad en un país en el que, en promedio, cada 8 horas es asesinada una mujer.
Sin duda alguna, preferimos esas respuestas llenas de fuego interno, pues quienes las dieron, no solo le explicaron a la actriz dónde quedaba la comisaría, sino que mostraron su indignación, mientras el retumbar de sus corazones era como un lánguido “ni una más”.
Respetamos a quienes mostraron indiferencia y no los culpamos, pues vivimos en una sociedad en la que esa indiferencia está arraigada y solo vuela espantada cuando aquel delito te toca en carne propia o lastima a uno de los tuyos. Pero su actitud refleja esa parte de la radiografía que en una comunidad muestra que algo no marcha bien.
Es hora de erradicar la indignación selectiva, de acabar de una vez por todas con los ineficientes comunicados que siempre inician con las palabras “hacemos un llamado”. ¿Un llamado a qué? Ya llamamos, ya gritamos, ya lloramos a las víctimas de feminicidio, ya nos calmamos y, es triste decirlo, pero también ya olvidamos, pues siempre terminamos por olvidar hasta que de nuevo nos golpea esa horrible realidad y caemos en un bucle con el que debemos terminar.
En 2022, en total 670 mujeres sufrieron violencia intrafamiliar. Según la Secretaría de Desarrollo Social de Armenia, el 40 % de las víctimas retiran las denuncias ante la Fiscalía para proteger su estabilidad económica, porque el agresor es el padre de sus hijos o porque creen en falsas promesas. Además, 280 mujeres fueron víctimas de delitos sexuales como acceso carnal, abuso sexual y tocamientos.
Usted, quien lee esta columna, si no ha entrado en acción, si ha volteado la cara y ha seguido su camino, si no ha tomado su teléfono o contactado a las autoridades para ayudar a esa mujer o esa niña que lo necesita, debe saber que es hora de actuar, pues esas heridas, esos golpes en su rostro, esos labios rotos, esos ojos morados que hoy luce nuestra sociedad hacen parte de una realidad que no se puede maquillar.